Inmersa en:

INMERSA EN: NADA ENTRE MANOS....ESPERANDO GANAS.



viernes, 31 de mayo de 2013

Enhebrando


¡Hay que ver cómo son las cosas!

 Una no es que sea maleducada, pero hay veces que todo se rodea de forma que no hay más remedio que reírse, pero reírse de lo extraño de la situación.

A la salida de un supermercado, cargada como una mula con la compra de la semana, tropezando con infinidad de cuerpos trasegando en la misma ocupación, unos iban y  venían otros, la mayoría cargados como yo, se oye un estruendo de vidrios, ¡suposición inmediata....botellas rotas caídas de alguna bolsa!,...¡exactamente!, eso mismo,... varias docenas de ojos nos volvimos hacia el ruidoso lugar.  Un hombre de unos cuarenta y pico años, con demasiadas bolsas en sus dos únicas manos, se agachaba intentando recoger como podía los objetos que amparados por su envase no habían llegado a desparramarse, atinó, sin soltar en el suelo las demás bolsas, a volver a guardar en otra lo que ya no podría meter en la primera porque  si se rompieron las botellas es porque se  rompieron las asas.  Varias personas se acercaron a ayudarle a recoger lo que había tirado por el suelo y cuando se disponían a seguir su camino, se oye de repente: "Me cago en la puta...", ¡pobre hombre!, otra bolsa se le había escurrido de las manos y mientras ponía el empeño de casi todo su cuerpo en poderla coger al vuelo antes de que llegara a su destino, otras dos, envidiosas de que  a sus compañeras le hubieran aliviado su peso, decidieron aterrizar también en el cemento. A los de alrededor, soy sincera, se nos escaparon varias sonrisillas bienintencionadas mientras acudíamos a socorrer a ese pobre hombre que por el gesto y las extrañas expresiones de su cara, parecía que un espíritu burlón le acompañaba allá adonde fuera, el hombre terminó por sentarse en el suelo ya un poco más risueño y nos explicó que no sabía qué le estaba pasando, que llevaba un día acojonante, que en su casa se le habían caído de las manos varios objetos, había tenido un tropiezo con el triciclo de su nene y había roto la tabla de la plancha al caer sobre ella, la plancha había quedado inservible y su mujer, enfadada, le dijo que se fuera a hacer la compra y se quitara de enmedio un rato, la verdad, al final nos reímos con él y no de él.

Pero, os voy a decir una cosa, yo creo que quizás sí fuera un espíritu burlón, haberlos...haylos, de hecho yo he tenido uno en casa durante una temporada y de vez en cuando todavía me hace una visita, aunque no creo que el mío fuera burlón precisamente, más bien el de algún familiar que quiere hacerse notar.
Ante testigos, hacía moverse toda la cristalería de un mueble cada vez que yo pasaba ante él, lo comprobamos con los testigos vecinos del bloque, pero cuando eran ellos, uno a uno, los que se cruzaban delante del mueble, las copas no hacían el menor movimiento, lo repetimos varias veces y sólo tintineaban cuando era yo la que pasaba.  Otras veces, acostada y despierta, notaba cómo me soplaban y se movía el cabello, otras, mientras cosía, sin levantarme del sitio, las tijeras aparecían en el otro extremo de la habitación, ésto me ponía muy nerviosa, quizás lo que más me asustaba entre todas las experiencias que tuve.

Todavía, de tarde en tarde, algo me vuelve a pasar para recordarme que sigue conmigo, aunque ya no tengo tanto miedo como al principio, siempre he sido muy.....cómo decirlo....abierta a estas cosas y por ende, receptiva.

Pero, vamos, el de este pobre hombre parece que disfrutaba haciéndole pasar malos ratos.

Recordad: Haberlos...haylos.




  
BUENAS NOCHES
 

lunes, 27 de mayo de 2013

¿Quién es borde?



CON TODA DEDICACIÓN  A..... ¡ELLA LO SABE!... QUE LA POBRE TODAVÍA NO CREE EN MI Y NO SABE LO QUE VALGO.


Viernes por la noche, toca salida, discoteca, pub, tetería.... da igual, estamos dispuestas para lo que surja. Somos tres. Marta, María y Tere.


Marta:  ¿Cenamos en casa o lo hacemos fuera?
María:  Mejor fuera, ¿no?
Tere:    ¡Jo, tías! ¿tanto dinero tenéis? ¿qué pasa, que vuestros viejos ganan pasta jodiendo a los empleados?
Marta: ¡Vaya tela, Tere, hija! 
María:  Déjala, ya sabes cómo es.
Tere:    ¿Cómo soy, eh, cómo soy? no darme la noche que pronto cojo mi culo y lo planto en mi cama.

Ya en lo discoteca.

María:  ¿Qué vamos a tomar? Voy pidiendo
Marta:  ¿Cóctel de piña colada?
Tere :    Mira tía, si tú quieres esa pijotada, allá tú, a mí que me echen un buen wodka aliñao con limón y to' los chorritos de colores que le caigan.

Se volvió a su izquierda y dijo a un chico que pedía consumición.


Tere:  ¡Eh, tú, échate a un lao que somos tres!!

Chico: Tranquila, alteza, no se me sofoque.
Tere:    ¡¡Imbécil!!!

En la pista de baile.

Marta y María:  ¿Qué, Tere, te gusta ésto? ¿lo pasas bien?
Tere:    ¡Bueno! podría estar mejor, seguro que hay sitios mucho más marchosos que éste.
¡¡Eh, tú, no te arrimes tanto que todavía no te'dao la señal, así que vete a sobarle las tetas a otra que ya me buscaré yo otra cebolleta que me guste.

María:  ¿Qué pasa Tere?
Tere:   Nada, tú sigue rozándote con quien puedas que es lo único que vas a sacar.



¿SIGOOO?  TODAVÍA NO SÉ SI LO HE HECHO BIEN.







sábado, 25 de mayo de 2013

Lo que salga


Los capítulos que he estado publicando son de un relato que levaba  tiempo en un cajón, sé que han sido sólo motivo de entretenimiento, sin afán de abosolutamente nada más, los publiqué en un momento en el que no tenía ni cabeza  ni tiempo para nada, tan solo pretendía no dejar tanto tiempo el blog sin entradas y programé cada una de ellas para que no hubiera un vacío en un período que  al principio no sabía cuánto duraría.

El final del relato ha llegado y un poco antes, también terminaron mis más urgentes preocupaciones.  Así pues, espero retomar los pensamientos del magín para volver a colgar posts que intentaré sean  como los de siempre, malos, regulares y algún que otro bueno, pero paciencia, amigos, me habéis pillado un poco desentrenada.


                                                      -------------





Verdaderamente no sé qué escribir, no tengo ni idea de  sobre qué va a ir este post, de las veces que te dices a ti misma.... ¡¡¡chica, estás perdiendo facultades y memoria!!! pero bueno, algo saldrá.

Yo tengo interés en que salga algo bueno, algo por lo que los lectores se queden hasta el final, sin ser novela ni relato, podrían ser experiencias o quien dice tonterías, anécdotas o cosas cotidianas, (que quiere decir de todos los días), o lo que acabo de oír, "sin la tecla de los sentimientos no salen bien las cosas", lo que personalmente suelo hacer, otra cosa es que me salgan.

Ahora sólo se me ocurre escribir lo que me va saliendo del pensamiento , y mis pensamientos, por mucho que yo quiera dejarlos a un lado, me martillean y me asaltan, me reprochan que de repente haya dejado de tener tanta complicidad con ellos, me echan en cara que de pronto, después de haber estado días y noches de mutua compañía necesaria, les aleje de mi lado de esa manera, no comprenden que ya no necesito estar dándoles vueltas en mi cabeza, que ahora soy más positiva, que tengo motivos para serlo y que no les echo de menos.  Les estoy siendo infiel porque les he abandonado por otros más alegres, por otros que ya no me hacen llorar como ellos y que me están enseñando de nuevo a tener esperanzas, a estar contenta y sonreír y contar chistes a los que están a mi alrededor, a ser como poco, agradecida, porque ellos ahora son los que me dan alegría y porque me hacen ver que la vida siempre vale la pena vivirla sabiendo que las cosas cuando se tuercen, pueden tener solución, ellos son los que me hacen mirar al futuro con la seguridad de que tendré a mi lado a mis hijas, a todas, y que podré seguir queriéndolas sin miedo a que me falten.

Mis nuevos pensamientos se dirigen ahora a todas aquellas personas, familia y amigos que han estado apoyando y compartiendo mi desasosiego y mi sufrimiento y que ahora me acompañan en la esperanza y la alegría.

Y entre ellos, hay uno en particular, para una amiga que me ha servido de mucha ayuda cuando necesitaba lanzarlos al viento, ella supo recogerlos y apoyarme, tenderme una mano virtual y preocuparse con mis preocupaciones....Desde aquí, sin yo ser culpable de mis  pensamientos....¡¡Gracias, jefa!!  

¿Véis?....Ni idea de lo que iba a salir,....tonterías, como siempre.



 


 

miércoles, 22 de mayo de 2013

Después tú--26--



21 --- Cumpliendo años.







 Minutos, horas, días, semanas y meses, a veces interminables… habían ido pasando sin ningún cambio importante en la vida de las dos hermanas, cada una seguía con lo que se había propuesto y parecían conseguirlo.



Eloísa llegaba a su casa, casi siempre, con la oscuridad despuntando, hacía ya  tiempo que evitaba el estar sola en casa tantas horas y prefería pasar todos los momentos posibles con sus amigos. Ese día llegó, como todos, derecha al buzón, recogió la correspondencia y de camino al ascensor ojeó por encima los sobres que tenía en la mano, algunos irían directamente a la basura, otros los abriría y leería, sólo uno de ellos le hizo fruncir el ceño, --- ¡Otra vez la compañía de seguros! ¡Qué pesados! ¿Cómo les tengo que decir que no hay ninguna deuda pendiente?---

Abrió la puerta del apartamento, soltó todos los sobres en la mesita auxiliar menos el de los seguros, abrió el cajón de los olvidos disponiéndose a dejar ese también, pero sus ojos tropezaron con el remitente de la última carta que castigó al encierro y por unos segundos dudó.

No supo qué fue lo que la impulsó a cogerla, la sacó del cajón, se dirigió al salón y la dejó encima de la mesa.

Se tomó su tiempo, se duchó, se preparó la cena, se acomodó en el sofá, se puso la bandeja sobre las piernas y cenó tranquilamente.



Estuvo viendo la tele un rato, la apagó y se dirigió a su habitación, ya era hora de irse a la cama… pero antes de entrar, giró la cabeza, miró la carta y no pudo contenerse… la cogió.



Ya en la cama, a la luz de la mesilla, rasgó el sobre casi con furia, sacó las hojas de papel escritas a mano y empezó a leer: “Querida Eloísa. No sé con qué….”



A medida que iba leyendo, las lágrimas iban asomando, algunas cayeron sobre el papel emborronando un poco alguna que otra palabra y en su cabeza sólo sonaba insistentemente… ¡Dios mío! ¿Qué me ha pasado?



Cuando terminó de leer,   apretó fuerte la carta contra su pecho y  dejó caer la cabeza en la almohada, su cara seguiría mojada algunas horas más.



Con los ojos hinchados, dolor de cabeza y la certeza de haber vivido casi tres años inmersa en una espiral de rencor, rechazo y rabia que ella misma había estado alimentando, se metió en la ducha con el propósito de no salir de ella hasta que a sus ojos les hubiera bajado la inflamación producida por la mala noche pasada.



Ahora veía las cosas de otros colores y formas diferentes, pero también con temor.  Pronto sería otra vez el día de las felicitaciones cumpleañeras y en este momento era ella la que temía que llegara el día y que su hermana ya cansada, no hiciera nunca más la llamada… y si la hacía… ¿Cómo le pedía ella ahora que la perdonase? ¿Cómo  le diría “lo siento”?



Ahora comprendía también ella muchas cosas y se culpaba por no haberla dejado explicarse, por haberle fallado tantas veces, por haberle hecho la vida imposible, por mentirle y sobre todo por no haberle dicho nunca que la quería.



Y ahora… también, se daba cuenta que fueron el despecho y su orgullo los que le hicieron reaccionar como lo hizo, porque ya hacía tiempo que supo que no estaba tan enamorada de Pablo como creyó y porque, aunque incapaz de mirar en su interior, también supo que hasta ese momento, su hermana era lo más importante que tenía en la vida.





El día amaneció soleado y caluroso, por lo demás era como los anteriores, fiestas, alegría, regalos, amigos…y añoranza.



Emilia esperaba el momento adecuado para llamar. Precisamente ese día, después de tres  largos años, ella tenía sus vacilaciones e inseguridades, no creía que fuera diferente a  los años anteriores y su falta de  esperanza había hecho mella en su ánimo y en su entereza, no quería otra decepción, tal vez, lo mejor sería darse por vencida y tomar conciencia de que su hermana había salido victoriosa, una vez más, en una guerra en la que el arma utilizada, era demasiado dolorosa. Esta vez tendría que pensárselo.





Sin embargo Eloísa, este año sí esperaba nerviosa que se produjera la llamada, estaba dispuesta a cogerla por mucho que le temblara la mano y le parecía que su hermana  estaba tardando demasiado, no dejaba de mirar la pantalla del teléfono, estaba intentando aparcar y lo tenía en el asiento del copiloto.

Cuando creyó que lo había dejado bien situado, cogió el móvil y salió del coche asegurando el cierre de las puertas, dos pasos más allá, notó primero la vibración  en su mano derecha e inmediatamente después,  el primer tono de aviso de una llamada entrante… el corazón le bailaba dentro, miró la pantalla y ahí estaba…  “Emilia”.





--- ¿Sí?, dime.

--- ¡Oh, Dios mío! ¡Lo has cogido, lo has cogido, Dios mío…  Eloísa,  me has cogido el  teléfono! –lloraba, casi no podía hablar.

--- ¡Por Dios, Eloísa, no me cuelgues por favor, no me cuelgues.



--- Tranquila Emilia, no te voy a colgar. —Contestó Eloísa sin apenas voz por el nudo que le atenazaba la garganta—



--- Eloísa, tenemos que hablar, por favor, tenemos que hablar. –Las palabras de Emilia salían entrecortadas por los sollozos—



--- Tranquilízate Emilia, hablaremos, si me abres la puerta… hablaremos todo lo que quieras… estoy en el portal de tu casa.






                                                                  FIN





lunes, 20 de mayo de 2013

Después tú--25--



20--- Sin respuesta







Cuando llegó a la oficina,  muy temprano, no se sorprendió de ser la primera en llegar a la planta tercera donde estaba su reino, en muchas ocasiones lo era, no porque los demás llegasen tarde,  sino porque parecía que ella se caía de la cama casi todas las mañanas.  Cruzó la gran sala repleta de mesas y ordenadores dándole a todos los interruptores que se encontraba por el camino a su despacho, aunque el edificio tenía ventanales  por los que entraba la luz del día,  las grandes pantallas cuadradas que colgaban del techo tenían que estar encendidas obligatoriamente para que todos y cada uno de los rincones del enorme salón estuvieran bien iluminados.

Llegó a su despacho, abrió la puerta y… ¡no podía creerlo!, no se veía nada… nada, excepto globos, habían inundado la habitación de infinidad de globos multicolores de los que colgaban mensajes como… “Felicidades”, “Te queremos”, “Es una chica excelente”, “Jefa, nos debes una comida”… cosas así…--reía emocionada, no lo esperaba—Intentó entrar apartándolos  pero no pudo, de detrás de tantas bolas, lazos y colgaduras,  salieron sus queridos compañeros acompañados de un griterío que parecía decir “Feliz cumpleaños”
Fue un día tierno y cálido, lo pasó bien, a mediodía dio por concluida la jornada laboral y se fueron todos a celebrarlo con un almuerzo.
A las seis de la tarde, se despedía del último invitado… Enri.
--- Gracias por todo, Enri, habéis conseguido alegrarme el día, he tenido ni más ni menos que la mejor compañía que podía tener, gracias.

Volvió a casa con algunas bolsas de regalos y con la angustia de saber que tenía que hacer una llamada que, tal vez, nunca fuera respondida.

Se metió en la ducha e intentó relajarse, salió con la piel enrojecida del agua caliente, aguantó el chorro cuanto pudo, eso casi siempre lograba tranquilizarla.
Se puso cómoda, abrazó un cojín y con la mano libre empezó a marcar, sus latidos iban cogiendo carrerilla y ella respiraba hondo para calmarlos, el tono sonó una vez, dos… tres –cógelo Eloísa, por Dios, cógelo--…cuatro y en la quinta, se cortó la comunicación, habían colgado al otro lado.

De nuevo un llanto en la noche.



A muchos kilómetros de allí, Eloísa también celebraba una fiesta rodeada de amigos, de  regalos y de cariño, pero llegado un punto del día, empezó a notar cierta zozobra, estaba ansiosa por comprobar si su teléfono sonaría también este año.  Se fue con disimulo hacia el bolso, esperando que nadie se diera cuenta… ¿de qué?, a estas alturas quién podía pensar todavía en Emilia. Seguro que ya no estaban tan pendientes de ella como antes, habían pasado dos años y no podían pensar que tal como estaban las cosas, Eloísa pudiera estar esperando con impaciencia una llamada de su hermana… pero por lo visto, así era.

Se decía a sí misma, que solo era curiosidad, el morbo de comprobar que Emilia seguía penando y seguía necesitando su perdón. -- no sabía cuán equivocada estaba--

Abrió el bolso, rebuscó entre el contenido  un teléfono pequeño que siempre llevaba consigo –no sabía por qué—pero que normalmente estaba apagado, lo sacó, lo encendió, introdujo el pin que le solicitaba y miró la pantalla, no había ninguna llamada perdida, lo volvió a soltar en el bolso.
No sabía qué sentía, si decepción porque su hermana ya había desistido de ser perdonada o
alivio porque no la había molestado. Se dirigió hacia la mesa donde estaban las bebidas dispuesta a servirse una copa, en ese momento sonó el timbre de un móvil, miró alrededor  esperando ver a alguien cercano a ella con un teléfono en la mano contestando una llamada… pero no, nadie hablaba por un móvil, se dio la vuelta despacio, notando como algo se le agitaba en su interior,  metió la mano de nuevo y sacó el teléfono, en la pantalla aparecía un nombre: “Emilia”, inmediatamente después de leerlo…  colgó.






Continuará 






 

miércoles, 15 de mayo de 2013

Después tú --24--



19 --- Sigo aquí.






Emilia se hizo pronto con este otro tiempo que le tocó vivir, se repuso, cogió fuerzas y un paso tras otro, siguió adelante.



--- Dime dónde vas, no puedes engañarme, tú no te has maquillado así para que te veamos en la oficina. – Enri la seguía por el ancho pasillo intentando poder cogerle el paso y ponerse a su altura, Emilia lo apretaba cada vez más y procuraba que no pudiera darle alcance porque si no, le vería la sonrisa maliciosa que delataba que estaba disfrutando como una enana.



--- Ya te he dicho que no puedo decirte nada. Sólo voy a hacer unos recados.



--- ¿Qué recados son ésos? ¿Por qué no me lo dices? ¿Tienes una cita? ¿Con un hombre?



Emilia aguantaba la carcajada, gustaba de gastarle bromas, sabía que se habían hecho casi inseparables, él iba tras ella como un perrito faldero y ella le buscaba cuando no le veía. Todas las tardes, al dejar la oficina, se había convertido en costumbre  estar un rato en el bar de la avenida, tomando una copa y charlando, otras veces Emilia le invitaba a cenar a su casa y a ver pelis clásicas, a poder ser, dramas llorones.  Era confortador saber que tenía amigos otra vez y entre ellos, uno muy bueno.



--- Sí, con un hombre.

--- ¿Con un hombreeee? ¿Y por qué yo no sé nada?

--- Tú no tienes que saberlo todo de mí necesariamente.

--- ¿Por qué dices eso? ¡¡Esto sí, esto sí!!

Emilia sabía por el tono de voz, que Enri se iba cabreando, podía ver, sin mirarle, cómo su entrecejo se fruncía y arrugaba a la vez los párpados. Está bien, daría por terminada la broma.



Frenó en seco el apresurado paso y se dio la vuelta,  Enri no contaba con eso y malhumorado como iba, no midió la distancia… chocó de frente con ella y le pisó un pie con todo el peso de su cuerpo.

---¡¡Ah, que daño!!

--- Lo siento, lo siento, pero ¡avisa hija!

--- Y ahora ¿qué más quieres saber?

--- ¿Quién es ese hombre, le conozco?

Emilia, no se podía contener y empezó a reír con ganas.

--- Claro que le conoces, eres tú, cotilla

--- ¡¡Qué mala eres…pero qué mala!!—él también reía.

--- ¿Y adónde vamos?

--- De compras.

--- ¡¡Fenomenal!! Me encanta.

--- Lo sé, y a mí. – Jajaja—

Enri se colgó de su brazo y los dos salieron  riendo del edificio.



Recorrieron varias tiendas de las mejores marcas,  Emilia se lo podía permitir y de vez en cuando se daba ciertos caprichos, a los que ella llamaba “premios de consolación”

 Llegaron a su casa agotados, soltaron las bolsas por el suelo y se dejaron caer en el sofá:

---Descansemos un momento y luego prepararemos algo de cena ¿te parece?

--- ¿No estás demasiado cansada? Creo que es mejor que me vaya y quedamos para cenar otro día.

--- No, si no te importa, quédate, por favor.

--- Desde luego que sí, Emilita, sabes que no me espera nadie en casa –jajaja—

--- Gracias, Enri, no sé por qué, esta noche quiero ponerme melancólica.

--- Sabes que me tienes, pero no quiero verte triste.

Enri lo sabía todo de Emilia, siempre le fue sincera, cuando su amistad empezó a ser importante para los dos, le quiso hacer partícipe de lo acontecido en su pasado y por lo que fue a parar a esa ciudad.



Le hacía bien tener a alguien que supiera todo lo malo que había hecho y que le siguiera viendo como a una querida amiga. Enri había sido todo un hallazgo.



Hablaron largo y tendido de todo un poco, pero inevitablemente, Eloísa siempre aparecía en la conversación tarde o temprano.



--- El mes que viene es nuestro cumpleaños, no me cogerá el teléfono tampoco y yo necesito que sepa que sigo aquí, queriéndole y echándole de menos aunque el tiempo pase.

--- No te martirices, algún día lo hará, ya verás, y si no lo hace, tienes que pensar que has sido tú la que ha hecho todo lo posible por seguir siendo hermanas olvidando el daño recíproco.

No quiero que te sientas sola, Emilia, --intentó quitarle hierro al asunto—seguiré siendo un cotilla pesado… tu sombra a veces, pero no te dejaré sola nunca a menos que me lo pidas.

--- Ya lo sé, Enri, eres lo mejor que me ha pasado desde que vine, me gusta tenerte  cerca,  pero por favor… sin pisarme…

Los dos rieron y Emilia, conseguía una vez más, con su ayuda, saltar el bache…  esperando que cada vez fueran menos profundos.



Enri había resultado ser casi un setenta por ciento de lo que dejó atrás, se comportaba como tal… como un hermano, la quería, se preocupaba por ella y jamás, después de todo lo que había escuchado, se atrevió a juzgarla, sólo se limitó a decir que todos teníamos causas pendientes pero que ninguno éramos nadie para juzgar a nadie y que el tiempo se haría cargo de las penitencias que cada uno quisiera imponerse a sí mismo. --¡Entrañable Enri!—



Terminaron los dos dormidos en el sofá, agotados de andar, de llorar y de hablar de lo que sentían tan dentro y que necesitaban dejar escapar de vez en cuando.

En un reloj lejano, dieron cuatro campanadas… ¿o fueron cinco?



Continuará