Mis hijas me reprenden cada dos por tres, de un tiempo a esta parte y no sé por qué, no tengo ganas de salir, estoy a gusto en casa.
Siempre he sabido sacarle partido a la soledad, incluso llegué a desearla con todas mis fuerzas y con muy malos pensamientos, sé disfrutar de ella, me gusta estar sola conmigo misma....diréis que qué tontería, ¿verdad?... estar sola es eso...sola, con nadie más, sólo yo, con mis cosas, mis ideas, mis quehaceres, mis lecturas, mis escrituras...bueno, de esto último, menos, pero mios al fin y al cabo y de nadie más, a eso llamo yo conmigo misma, porque si algo me contraría o no me sale bien, me enfado... pero me enfado conmigo misma. Si algo me duele o no me encuentro todo lo bien que quisiera... me quejo a mí misma y me digo que no sea quejica.... bueno, pues sí, a todo eso se lo llamo.
Pero no es bueno estar tanto tiempo desconectada del mundo y tan pegada a las paredes de tu casa, ésas que encierran tanto, ésas que te gritan sin respeto alguno a tu soledad y te sacuden con sus experiencias, las mismas que callan súplicas y esconden lágrimas, las que te han servido de respaldo porque no podías ir más allá.... ¡no! no es bueno.
También tengo otra habilidad que agradezco infinitamente.... Sé mentir con los ojos, con la sonrisa distraída y con la broma fácil, una habilidad que tiene tiempo y hora, que sabe aparecer cuando es necesario y se evapora cuando aparece la soledad.
A veces me maravillo de la fuerza que me acompaña, de mi capacidad de aprendizaje y sobre todo, de la maestría de la vida.
Esta noche salgo, me voy de cena con las amigas, ahí te quedas querida Sole, contigo para salir no cuento.