Cumplía ocho años... mis padres me querían... Los dos me querían, pero la especialidad de mi padre era vivir ajeno a la realidad y darle esquinazo cada vez que se la encontraba, mientras yo, por el contrario, me daba de bruces con ella a cada paso, incluso escondida tras la cortina o bajo la cama.
Me obligué a crecer deprisa, no podía estancarme en la niñez y preferí olvidarla, fue lo mejor.
Me obligué a crecer deprisa, no podía estancarme en la niñez y preferí olvidarla, fue lo mejor.
Diez más. Una arrolladora juventud me hizo vibrar y sentir la vida al máximo, con entusiasmo y sueños tan intangibles como mi idea de la felicidad. Todo un cambio, tenía de todo lo que había creído suficiente, hasta había encontrado con quien compartir la vida, solo que también encontré algo que creí haber dejado atrás.
Ya no me esforzaba por crecer, más bien empequeñecía por momentos y me dejaba esconder.
Sólo había algo que me impedía seguir encogiendo, las presencias en mi vida y las ausencias presentes en ella.
Sólo había algo que me impedía seguir encogiendo, las presencias en mi vida y las ausencias presentes en ella.
Después, uno tras otro fueron pasando los años hasta que alguien dijo que ya era hora de recuperar el extravío, incluido lo malo, que debe estar presente aunque sea en el lugar más bajo del ranking, pero también, con todo lo mejor que me dio esa vida.
¡Venga!
Ven, vamos a buscar olvidos.
Chicos, esto forma parte de un trabajo que tengo que entregar en Enero. Quizás me embarque en un proyecto que, si bien me gusta, no sé si seré capaz de hacerlo. Tendré que esperar a presentarlo y que me den el visto bueno. Si lo hacen me ocupará muchas horas del día y de mi tiempo. Ya veremos qué pasa.
Chicos, esto forma parte de un trabajo que tengo que entregar en Enero. Quizás me embarque en un proyecto que, si bien me gusta, no sé si seré capaz de hacerlo. Tendré que esperar a presentarlo y que me den el visto bueno. Si lo hacen me ocupará muchas horas del día y de mi tiempo. Ya veremos qué pasa.